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Managing Up: Parte 1
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Managing Up: Parte 1

Cómo conseguir lo que necesitas de la gente que esta a cargo

Una guía práctica con 10 conversaciones esenciales para alinearte con tu jefe, poner límites y aumentar tu influencia—sin cambiar de puesto.


¿Por qué importa?
Muchos trabajan duro y aun así pasan desapercibidos o van por caminos distintos a los objetivos de la empresa. Tener las pláticas adecuadas sobre prioridades, estilo y expectativas define cómo te ven los líderes y abre espacios de crecimiento.

"Aprenderás a llevar las conversaciones con confianza y a obtener el respaldo que impulsa tu carrera."

Impacto y resultados

  • Construirás influencia al hablar el idioma de tu jefe.

  • Protegerás tu tiempo, negociarás cargas de trabajo justas y avanzarás según tus términos.

Para quién es

  • Profesionales con ambición: que quieran transformar esfuerzo en reconocimiento.

  • Líderes emergentes: que necesiten manejar dinámicas de poder y conseguir apoyo.

La autora
Melody Wilding es trabajadora social (M.S., Columbia) y profesora de comportamiento humano en Hunter College. Reconocida como una de las coach de carrera más innovadoras por Insider, ha colaborado en Harvard Business Review, Forbes y Fast Company, y ha sido citada en The New York Times, The Wall Street Journal y The Washington Post.


Introducción

El éxito profesional se basa en unas cuantas conversaciones que definen tu rol, moldean percepciones y abren puertas.

La mayoría se concentra en el desempeño y pasa por alto los diálogos que muestran tu valor a quienes toman decisiones. Cuando aprendes a aclarar expectativas, decir “no” de forma constructiva y pedir lo que realmente importa, conduces tu carrera en lugar de reaccionar a ella. Las diez conversaciones de este libro son como un mapa: cada una enfrenta un obstáculo que frena a los profesionales con talento.

Estas pláticas no son ejercicios teóricos. Son guiones y estrategias prácticas que puedes aplicar mañana mismo: preguntar por prioridades, trazar el mapa de poder, compartir tu visión o incluso negociar salario o planes de salida. Al tratar cada conversación como un “proyecto”, ganas claridad, evitas tropiezos y construyes influencia.


1. La conversación de alineación

Asegúrate de que tu trabajo esté en sintonía con lo que realmente importa en tu empresa para evitar esfuerzos inútiles y mostrarse indispensable.

La alineación va más allá de cumplir con las tareas: se trata de entender las metas de tu jefe, las métricas clave y la visión global de negocio. Conocer qué mueve a tu empresa te permite enfocar tus energías en actividades de alto impacto. Sin esta claridad, incluso el trabajo excelente puede pasar desapercibido o cortarse en primera ronda de recortes.

Para los líderes de hoy, dedicar horas a tareas secundarias es un lujo que ninguna organización puede permitirse. Entrar a cada reunión con preguntas sobre prioridades y resultados esperados te brinda un marco de referencia para priorizar y entregar con confianza. Además, te proteges de trabajar en proyectos que no suman al éxito corporativo y demuestras proactividad.

Este enfoque no es un ejercicio de “cumplir lo mínimo”, sino una estrategia para maximizar tu influencia. Al alinear tu visión con la de quienes toman las decisiones, construyes defensores internos que te respaldan cuando las cosas se ponen difíciles. Y en momentos de cambio, esa red de apoyo puede ser tu salvavidas.

Ejemplo claro
Laura llevaba semanas trabajando en un rediseño web que creía prioritario, pero su equipo ejecutivo valoraba más mejorar la plataforma de datos. Después de tener la conversación de alineación, redirigió sus esfuerzos a optimizar los informes, ganó visibilidad en el comité estratégico y salvó su proyecto.

Guía de implementación

  1. Define tu visión a un año: Escribe cómo sería un día perfecto, qué proyectos liderarías y qué resultados obtendrías.

  2. Prepara tus preguntas: Antes de tu próxima junta, elabora tres preguntas clave sobre metas, métricas y plazos.

  3. Conversa y documenta: Agenda un espacio con tu jefe, haz tus preguntas y envía un resumen con los acuerdos para evitar malentendidos.


2. La conversación de estilos

Adapta tu forma de comunicarte al estilo de tu jefe para que tus ideas fluyan sin fricción.

Nadie piensa ni decide igual. Algunos jefes son directos y orientados a resultados, otros buscan consenso o se aferran a los detalles. Reconocer si tu líder es un “Comandante” eficiente, un “Animador” entusiasta, un “Cuidadoso” empático o un “Controlador” meticuloso te permite ajustar tono, ritmo y nivel de detalle.

Para un Comandante, prioriza cifras y conclusiones al inicio. Con un Animador, incorpora historias de impacto y celebra avances colectivos. Si tu jefe es un Cuidadoso, dedícale tiempo a escuchar sus preocupaciones; si es un Controlador, preséntale datos estructurados y esquemas claros.

Este ejercicio no busca que cambies tu esencia, sino que comuniques de forma que el otro te escuche mejor. En empresas donde el ritmo es frenético, este pequeño ajuste puede ahorrarte malentendidos y acelerar aprobaciones. Además, al entender cómo tu jefe procesa la información, puedes anticiparte a obstáculos y ofrecer soluciones a medida.

Ejemplo claro
Gabe intentó convencer a su jefa Comandante con una presentación emotiva. Pasó desapercibido. Cambió su enfoque: inició con un “Bottom Line Up Front” y cifras de ROI. En minutos obtuvo luz verde.

Guía de implementación

  1. Observa y categoriza: Durante una semana, toma nota de cómo tu jefe responde a emails, reuniones y correos informales.

  2. Ajusta tu mensaje: Prepara tus próximos tres pitches adaptando longitud, datos y tono según el estilo identificado.

  3. Feedback rápido: Tras tu primera charla adaptada, pide un breve comentario: “¿Fue útil este formato?” y ajusta en consecuencia.

3. La conversación de responsabilidad

Tomar la iniciativa y resolver problemas por tu cuenta te da más control y visibilidad sin esperar órdenes.

Asumir responsabilidad significa identificar obstáculos antes de que otros se den cuenta y proponer soluciones concretas. No es trabajar de más por trabajar, sino hacerlo con un propósito: mejorar procesos y demostrar tu capacidad de liderazgo. Cuando resuelves un problema real, ganas credibilidad y abres puertas a proyectos de mayor impacto.

Para líderes ocupados, quedarse quieto hasta recibir permiso retrasa avances y desgasta al equipo. En lugar de quejarte o esperar instrucciones, analiza qué está frenando a tu grupo—botellas de cuello, necesidades sin cubrir, ideas olvidadas—y arma un plan que sea fácil de entender y de poner en marcha. Esto no sólo mejora el día a día, sino que te posiciona como quien lleva la voz cantante en soluciones.

No siempre tendrás que reinventar la rueda. A veces se trata de dar seguimiento a feedback de tus compañeros, proponer mejoras en herramientas existentes o adelantar los próximos pasos antes de que el proyecto arranque. Con cada pequeño triunfo, acumulas resultados tangibles que hablan por ti y te convierten en un referente cuando surja la siguiente oportunidad.

Ejemplo claro
Seiko, protésica en un hospital, notó que los envíos de dispositivos llegaban a departamentos equivocados y retrasaban la atención. Reunió datos, presentó un plan para una dirección exclusiva y explicó los beneficios. Tras meses de trámites, su solución mejoró la satisfacción de pacientes y le ganó un lugar en reuniones estratégicas.

Guía de implementación

  1. Detecta un problema real: Haz una lista de ineficiencias, retrasos o quejas frecuentes en tu equipo.

  2. Recopila evidencia: Usa encuestas, métricas o historias concretas para mostrar el impacto de la falla.

  3. Diseña una propuesta simple: Describe tu solución en tres pasos claros, explica beneficios y recursos necesarios.

  4. Busca apoyo inicial: Presenta tu idea a colegas clave para pulirla y generar aliados antes de subirla al jefe.

  5. Actúa y ajusta: Lidera el piloto, mide resultados y comparte avances con transparencia para asegurar el respaldo continuo.


4. La conversación de límites

Decir “no” con tacto protege tu tiempo y energía, haciendo tu trabajo más efectivo y sostenible.

Establecer límites es reconocer que tu dedicación tiene un techo saludable. Siempre habrá más tareas o reuniones pidiendo un pedazo de ti, pero cada “sí” que pronuncias te aleja de tus prioridades. Decir “no” de forma respetuosa evita agotamiento, mejora la calidad de tu entrega y muestra que valoras tanto tu trabajo como tu bienestar personal.

Para líderes cuyo día se les va en apagar fuegos, respetar tus horas de concentración o tu horario de descanso no es un lujo, sino una estrategia para mantener el rendimiento. Al comunicar tus limitaciones, ofreces alternativas—como delegar, reagendar o priorizar—que ayudan a tu jefe a ver que es posible cumplir objetivos sin desgastarse.

Aprender a negociar fechas de entrega, recortar reuniones innecesarias o rechazar tareas secundarias hace que cada hora invertida sea de mayor valor. Además, pones un ejemplo positivo para tu equipo: si tú cuidas tus límites, ellos sentirán confianza para hacer lo mismo y se minimizarán los problemas de rotación y estrés.

Ejemplo claro
Drew, gerente de proyecto en una agencia ambiental, debía entregar un estudio preliminar en tres días tras cerrar un gran proyecto. Al explicar a su jefa que el equipo necesitaba al menos una semana para garantizar calidad, propuso un cronograma alterno. Tras al principio mostrarse renuente, ella aceptó el ajuste y ambos lograron resultados sólidos sin quemar personal.

Guía de implementación

  1. Haz tu inventario de presión: Anota situaciones que te generan frustración o que se repiten con frecuencia.

  2. Calcula tu margen real: Define cuántas horas libres o bloques de concentración necesitas para dar calidad.

  3. Prepara tu argumento: Muestra cómo un pequeño cambio (menos tareas, más tiempo, reuniones acotadas) mejora tus entregas.

  4. Propón opciones: En vez de un “no” tajante, ofrece alternativas viables: diferir la fecha, delegar o recortar alcance.

  5. Confirma acuerdos por escrito: Envía un breve correo con lo pactado para evitar malentendidos y asegurar el respeto a tus límites.

5. La conversación de retroalimentación

Dar tu opinión de forma estratégica puede corregir errores, aclarar expectativas y fortalecer la relación con tu jefe.

Hablar con tu superior sobre comportamientos o decisiones problemáticas no es un acto de rebeldía, sino una oportunidad para alinear expectativas y mejorar procesos. Cuando das feedback con respeto y datos en mano, ayudas a tu jefe a entender cómo sus acciones impactan al equipo y al negocio. Esto no solo puede evitar errores futuros sino también demostrar tu compromiso con el éxito colectivo.

Para los líderes, recibir críticas de quienes están cerca de la operación es oro puro: les brinda visibilidad de lo que ocurre “en el campo” y les permite ajustar su estilo de gestión. Al mismo tiempo, aprender a dar feedback de manera efectiva te convierte en un activo valioso: alguien capaz de identificar problemas y proponer soluciones antes de que se conviertan en crisis.

El desafío está en encontrar el momento, el tono y la estructura adecuados. Una crítica mal expresada puede herir egos o poner a tu jefe a la defensiva. Pero con una preparación cuidadosa —definiendo comportamientos concretos, evitando ataques personales y ofreciendo rutas de mejora— la conversación se convierte en un diálogo constructivo que fortalece la confianza mutua y la productividad.

Ejemplo claro
Radha notó que su jefa cambiaba de prioridades sin avisar y eso hacía que los proyectos se atrasaran. En lugar de quejarse con sus colegas, le pidió una reunión: describió tres ejemplos concretos de plazos rotos, propuso un calendario compartido y acordaron revisarlo cada semana. Desde entonces, los equipos cumplen fechas y se redujo el estrés.

Guía de implementación

  1. Identifica el problema con datos: Anota fechas, impactos y ejemplos específicos.

  2. Escoge el momento justo: Busca un espacio tranquilo, idealmente después de un logro reciente o en una reunión 1:1.

  3. Formula tu mensaje en tres partes: Situación (qué pasó), comportamiento (qué hizo tu jefe), efecto (cómo afectó al equipo).

  4. Propón una solución concreta: Acompaña tu crítica de una idea factible para mejorar.

  5. Solicita su visión: Pregunta “¿Cómo lo ves?” o “¿Qué harías tú en mi lugar?” para fomentar el diálogo.

  6. Haz un seguimiento: Envía un breve correo agradeciendo la reunión y resumiendo los acuerdos.


Citas

  • “En el trabajo importa más la conversación que el esfuerzo.”

  • “Si no entiendes el estilo de tu jefe, ni la mejor idea calará.”

  • “Tomar la iniciativa y alinear tu trabajo te posiciona como líder antes del título.”


Puntos clave

  • Pregunta siempre por lo que importa.

  • Ajusta tu comunicación al estilo de tu jefe.

  • Resuelve problemas por tu cuenta y pon límites.

  • Ofrece feedback con datos y amplía tu red.

  • Registra tus logros, pide oportunidades y valora tu salida.

Glosario

  • Alineación: Hacer que tu trabajo coincida con lo que los líderes valoran.

  • Mapa de poder: Gráfico de las personas clave que debes involucrar.

  • Manual personal: Guía de cómo trabajas mejor.

  • Límites: Definir tu capacidad y sus consecuencias.

  • Networking: Relaciones auténticas que impulsan tu avance.

Lecturas recomendadas

  • Influence de Robert Cialdini: Psicología de la persuasión aplicada éticamente.

  • Crucial Conversations de Patterson et al.: Herramientas para pláticas decisivas con confianza.

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