La estrategia ya no es un lujo reservado al consejo de administración. En un entorno donde los ciclos de mercado se acortan y las plataformas digitales multiplican la competencia, cualquier líder — de una startup, una ONG o un área interna — necesita pensar con visión de futuro.
Michael D. Watkins, profesor en IMD Business School y cofundador de Genesis Advisers, condensa esa capacidad en seis disciplinas que se refuerzan entre sí: reconocimiento de patrones, análisis de sistemas, agilidad mental, resolución estructurada de problemas, visionado inclusivo y astucia política.
1. Reconocimiento de patrones: ver la señal entre el ruido
Tomar decisiones estratégicas empieza por observar. El reconocimiento de patrones consiste en detectar tendencias y conexiones significativas antes que la competencia. Watkins propone el ciclo Reconocer-Priorizar-Movilizar (RPM). Primero identificas cambios relevantes — una nueva regulación, un hábito de consumo emergente, un competidor que rebaja precios. Después jerarquizas cada fenómeno según su impacto potencial. Por último, mueves recursos para actuar rápido.
Para perfeccionar esta habilidad crea modelos mentales de tu sector. Sigue blogs especializados, asiste a ferias y lleva un “cuaderno de señales” donde anotes datos atípicos. Compara, por ejemplo, el ritmo de adopción de la inteligencia artificial generativa en tu industria con el de otras regiones. Poner los hallazgos en contexto entrena el ojo para ver oportunidades que otros pasan por alto.
La tecnología puede ser tu aliada. Netflix, por ejemplo, combina algoritmos de predicción con curadores humanos para anticipar gustos y planificar producciones. Imitar ese modelo a pequeña escala — con tableros de visualización y reuniones quincenales de interpretación de datos — eleva tu capacidad de adelantarte a la curva y asignar capital donde dará mayores retornos.
2. Análisis de sistemas: entender el tablero completo
Cuando la naviera Ever Given encalló en el Canal de Suez en 2021, cientos de empresas vieron frenada su cadena de suministro. Ese incidente recordó que los negocios operan dentro de redes complejas. El análisis de sistemas te obliga a modelar esas interdependencias. Empieza descomponiendo la situación: proveedores, flujo de efectivo, marcos legales, expectativas de los clientes. Luego examina cómo un ajuste en un nodo — por ejemplo, una subida de tasas de interés — repercute en los demás.
Dibujar mapas causales ayuda a visualizar bucles de retroalimentación. Herramientas sencillas como diagramas de stock-flujo o tableros Kanban revelan cuellos de botella internos. Además, probar simulaciones en Excel o con software de dinámica de sistemas te da un laboratorio de bajo costo para validar supuestos sin arriesgar la operación real.
El valor de este enfoque se ve en empresas como Cemex, que integra datos de logística, clima y demanda para optimizar el despacho de cemento. Cada camión es un nodo, y pequeñas mejoras suman millones de dólares ahorrados al año. Pensar en sistemas no sólo evita sorpresas; destapa eficiencias ocultas.
3. Agilidad mental: subir y bajar de altitud sin perderse
Un directivo ágil alterna entre la vista de dron y el primer plano operativo. Watkins llama a esto “cambio de nivel”. Significa analizar un reto desde varios ángulos: ¿cuál es el impacto inmediato de recortar gastos? ¿Y el efecto a cinco años sobre la innovación? Entrena este músculo reservando momentos en la agenda para revisar indicadores clave — flujo de caja hoy — y, en la misma sesión, explorar escenarios de mercado para 2030.
El segundo componente es el “juego” estratégico. Similar al ajedrez, requiere anticipar los movimientos de actores con intereses distintos: proveedores que buscan contratos de largo plazo, reguladores que penalizan externalidades, clientes que exigen transparencia. Practica con ejercicios de planeación por escenarios: plantea qué harías si el tipo de cambio cae 20 % o si un competidor lanza un servicio gratuito. Así acondicionas tu mente para pivotear cuando el entorno cambie de forma brusca.
En Grupo Bimbo los equipos directivos realizan sesiones de “tiempo fuera” cada trimestre para cuestionar supuestos y ensayar respuestas a shocks. El hábito evita la miopía operacional y mantiene viva la innovación.
4. Resolución estructurada de problemas: convertir el caos en pasos claros
Los problemas complejos se paralizan cuando se abordan sin método. Watkins sugiere cinco pasos:
Alinear actores. Define quién decide, quién ejecuta y quién sólo debe estar informado.
Enmarcar el problema. Redacta una pregunta clara: “¿Cómo reducimos el tiempo de entrega en 30 % sin aumentar costos?”.
Generar alternativas. Facilita una lluvia de ideas sin censura inicial; la crítica viene después.
Seleccionar la mejor opción. Aplica criterios explícitos — retorno esperado, viabilidad técnica, riesgo reputacional — y evalúa los trade-offs.
Comprometer recursos y planificar. Asigna responsables, fechas y presupuesto. Sin esto, la solución se diluye.
Practica la disciplina usando retos reales. Documenta cada fase en una Lista pendiente compartida y revisa la evolución semanalmente. El hábito de desmenuzar desafíos te permitirá enfrentar crisis con menos estrés y mayor creatividad.
Una fintech mexicana aplicó este esquema para decidir si ofrecía pagos con criptomonedas. Tras mapear riesgos regulatorios, impacto en clientes y costos de integración, lanzó un piloto limitado a remesas. El análisis estructurado evitó una expansión prematura y costosa.
5. Visionado inclusivo: pintar un mañana que motive
Un buen futuro no se impone; se construye de manera colegiada. Cuando Gene Woods asumió la dirección de CHSrecorrió hospitales y clínicas para escuchar a enfermeras, médicos y personal de soporte. De ahí surgió la misión: “Mejorar la salud, elevar la esperanza y avanzar la sanación — para todos”. La frase “para todos” ancló el compromiso con comunidades vulnerables y facilitó alinear proyectos y métricas.
Para diseñar tu visión combina dos técnicas:
Back-casting. Describe dónde quieres estar en cinco años y retrocede paso a paso hasta hoy para fijar hitos.
Efectuación. Parte de los recursos actuales — equipo, know-how, red de aliados — y pregúntate qué futuro factible puedes crear con ellos.
Complementa con talleres donde equipos multiprofesionales bosquejen historias de éxito. Una aseguradora local usó este proceso y, tras 200 entrevistas internas, acuñó el lema “Protegemos sueños, no pólizas”. Ese eslogan hoy guía su portafolio de microseguros y programas de educación financiera.
Procura que tu mensaje final sea sencillo, concreto y fácil de recordar; un buen lema cabe en la portada de una presentación y en la firma de un correo. Apóyate en narrativas, metáforas y ejemplos vividos. Repite el mensaje en foros grandes y pequeños y, sobre todo, alinea tus decisiones con él: un gran discurso pierde fuerza si las prioridades presupuestales cuentan otra historia.
6. Astucia política: navegar el poder sin naufragar
Las organizaciones son ecosistemas de intereses. Ignorarlo te deja expuesto. El caso de Alina Nowak en Van Horn Foods lo ilustra: al intentar recentralizar el desarrollo de productos chocó con agendas locales y perdió impulso. La lección: la autoridad formal es útil pero insuficiente.
Cultiva tu astucia con tres prácticas clave:
Mapea influencias. ¿Quién controla presupuestos, información o relaciones externas? Traza un gráfico de poder.
Adapta tu argumento. Presenta la misma propuesta resaltando el KPI que importa a cada interlocutor: rentabilidad para Finanzas, velocidad para Operaciones, reputación para Comunicación.
Construye coaliciones. Identifica aliados neutrales que puedan inclinar la balanza y ofréceles beneficios concretos.
La inteligencia emocional complementa la lectura política. Antes de una negociación crucial realiza el ejercicio de posiciones perceptuales: imagina el punto de vista del otro, el tuyo y el de un observador neutral. Eso amortigua juicios y aumenta tu capacidad de persuasión.
Conclusión
Pensar de forma estratégica no es un don innato, sino un conjunto de hábitos que se cultivan. Al entrenar tu capacidad para detectar patrones, modelar sistemas, moverte con agilidad, resolver problemas, imaginar futuros y gestionar el poder, aumentas la probabilidad de tomar decisiones que generen valor sostenible. El reto empieza hoy: elige una disciplina, aplícala en un proyecto real y mide el impacto. Conforme repitas el ciclo, verás cómo tu perspectiva se amplía y tu influencia crece. Cada paso alimenta al siguiente: más datos, mejor análisis; mejor análisis, mayor visión; mayor visión, decisiones más sólidas. Y así, disciplina tras disciplina, convertirás la estrategia en una práctica cotidiana y no en un evento aislado.
Share this post